Mujer de 84 años, mestiza, soltera, sin hijos/as. Se desempeñó como empleada doméstica desde muy joven, aproximadamente desde los 16 años, en Bogotá. En los años setenta se trasladó a Medellín con la familia empleadora de esa época, convirtiéndose en empleada doméstica interna. Las tareas las realizaba junto con dos mujeres más. Iniciaba la jornada muy temprano, a las 4 o 5 de la mañana, con horarios laborales de 17 horas diarias.
A finales de los setenta se quedó sola ejerciendo todas las tareas. Desde ese momento no volvió a recibir ningún tipo de salario y no contaba con seguridad social. Su situación laboral era de confinamiento, sin que se le permitiera el contacto con la red familiar. El final de su vida laboral no se dio por alcanzar su derecho a la jubilación, sino por un diagnóstico médico de enfermedad que recomendó el cese de sus actividades laborales.