Mujer 27 años, realiza labores domésticas no remuneradas, es madre de cuatro hijos e hijas y actualmente tiene pareja.
Su madre la abandonó de pequeña y a los doce años su hermana mayor le insistió para que abandone la escuela y la casa paterna. La hermana le obligó a cuidar de su hijo, la golpeaba constantemente, la menospreciaba y la aisló hasta anular cualquier posibilidad de que la niña se fuera. La llevó a trabajar a un bar, de donde no podía salir, y el dinero que allí ganaba se dividía entre ella y su hermana. Allí sufrió un intento de violación. A los 13 años conoció a un joven que le ayudó a escapar del bar y le llevó de vuelta a casa de su padre. En su casa paterna no se sentía protegida ni por su papá ni por su hermana.
A los 14 años decidió emparejarse y se quedó embarazada. Su compañero tenía problemas de alcoholismo y con el embarazo la situación empeoró: la violencia se volvió una constante. Tras una de las palizas, que casi le provoca un aborto, estuvo ingresada en el hospital. Por un tiempo volvió a casa de su padre y trató de rehacer su vida.
Se emparejó nuevamente, pero el hombre era muy posesivo y celoso, y decidió terminar la relación con él y regresar a casa de su padre. Se emparejó de nuevo y su ex pareja trató de matar a esta nueva pareja contratando a los pandilleros de la zona. Su nueva pareja tenía problemas de alcoholismo, cada vez que él se emborrachaba ella iba a buscarlo, lo que hacía que tanto él como sus amigos se enfadaran. Él la maltrataba e insultaba en la calle delante de todos, y después también en la casa.
Un día le advirtieron que esa noche iban a ir a por ella, que para su pareja ella no valía nada y que podían hacer con ella lo que quisieran. Ella solo tuvo tiempo de proteger a sus hijos dejándolos con una vecina pero no logró huir. Sufrió una violación múltiple por parte de pandilleros y otros amigos de su pareja de la comunidad donde vivían, con el conocimiento de éste y de parte del vecindario. Solo por la intercesión de un vecino logró salvar su vida. Tras la violación volvió a la casa de su padre un tiempo. En la comunidad casi todas las personas sabían del hecho, y la gente la culpaba a ella, decían que se lo había buscado. Además, a los tres meses se enteró de que estaba embarazada. Ella entró en un proceso depresivo. No ha podido denunciar porque eso significa que pueden matarla ella o hacerles daño a sus hijos. La violencia en su vida es una constante, su compañero sigue bebiendo y continúa cerca de las pandillas.