Mujer de 22 años, en privación de libertad desde hace cuatro años. Su condena es de 30 años por homicidio agravado. A los nueve meses de embarazo se encontraba sola en casa realizando tareas domésticas, lavando en la pila. El suelo se encontraba mojado y con restos de jabón, lo cual provocó que resbalara y cayera. Se desmayó, fue encontrada por su madre y trasladada al hospital. El golpe le provocó un aborto.
Al despertar no era consciente de lo sucedido. El personal médico le advirtió de su estado de gravedad, le practicaron dos legrados y le realizaron transfusiones por la pérdida de sangre que había sufrido. Ella no sabía qué había ocurrido con su niña. Los mismos médicos del hospital le denunciaron por aborto y quedó esposada a la cama del hospital. La investigación fue especialmente dura y caracterizada por el ensañamiento en culpabilizarla. Uno de los hitos fundamentales fue que la familia nunca llevó a la recién nacida al hospital junto a la madre, sino que al verla muerta, decidieron enterrarla en el patio cerca de la casa. La autopsia de la niña determinó que murió de una fractura craneoencefálica fruto del golpe al caerse la madre.
Entre los argumentos que utilizaron para inculparla estuvo la duda sobre la identidad del padre de la niña. Finalmente le condenaron a 30 años de prisión. La familia apeló, pero la Cámara de lo Penal confirmó la sentencia condenatoria, y ante el recurso de casación, la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia confirmó la condena.